Nada que ver



Sobraron los motivos para no pensar en el mañana,
y así sucedió un día tras otro;
el destino no quería pelearse con los sueños inacabados,
por lo que la lucha de la deslealtad
ganó la madre de todas las batallas: la derrota antes de la pelea.
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El jugador perdió el norte, el sentido, el equilibrio,
el escenario vacío, sin sentido alguno.
para aquellos que no creen en las reglas
parece ser que nunca existió.